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jueves, 24 de mayo de 2012

Segunda entrega: Un Clásico-Un Moderno-Una Española



Segunda entrega 
Un Clásico-Un Moderno-Una Española

Un Clásico: "El Tesoro de Sierra Madre" de John Huston (1948) 





Película estadounidense de 1948, escrita y dirigida por John Huston. Protagonizada por Humphrey Bogart, Walter Huston, Robert Blake, Tim Holt, Bruce Bennett y Barton MacLane. Basada en una novela homónima de Bruno Traven. Ganadora de 3 Premios Óscar y 3 Globos de Oro

En la década de 1920, Fred Dobbs (Humphrey Bogart) es un estadounidense que malvive en Tampico. Es engañado por un capataz sin escrúpulos junto a otros incautos. Conoce entonces a Bob Curtin (Tim Holt) y a Howard (Walter Huston), un anciano buscador de oro, con los que sale en expedición a buscar el preciado metal. Lo encuentran, pero Dobbs enloquece por la codicia y quiere quedarse con todo. 

Lo que sigue es una reflexión sobre hasta dónde puede llegar la condición humana. 

El trabajo expresivo de Bogart y Walter Huston es admirable, así como el guión que funciona como un reloj. 




Un Moderno: "LOS DUELISTAS" de Ridley Scott (1977) 




La verdad es que Los Duelistas, la ópera prima como director de largometrajes de Ridley Scott, no tiene nada que envidiar a sus dos logros más grandes y reputados, Alien y Blade Runner. Curiosamente, el director empezó en eso del cine completamente alejado del género fantástico. Basándose en un relato corto de Joseph Conrad (el autor de El Corazón de las Tinieblas), Scott nos trasladó a la Europa de principios del siglo XIX y, amparándose un tanto en el estilo visual ya utilizado por Kubrick en su película Barry Lyndon, nos enfrentó a una historia llena de rencores y de personajes obsesivos.


Los Duelistas narra un eterno duelo, tan surrealista como esas guerras que sus protagonistas, oficiales del ejército de Napoleón, estaban viviendo en esos tiempos. Corre el año 1800 y un soldado pendenciero y aferrado al sentido ridículo del honor militar, Ferraud, se siente ofendido por otro húsar, Armand D'Hubert, retándolo a un duelo a muerte con espada. En realidad, la ofensa no es tal, ya que se trata de una mera nimiedad, un puro trámite castrense que el retado estaba llevando a cabo debido a una orden directa de sus superiores. Una absurdidad que, sin embargo, llevará a estos dos personajes a enfrentarse, cara a cara, a lo largo de más de veinte años.
Para dar vida a éste par de caracteres en lucha perenne, Scott escogió a dos actores como Harvey Keitel, quien, a través de una controlada interpretación se pone en la piel del obstinado y obsesivo Ferraud, un hombre intransigente, de gesticulaciones casi infantiles, empecinado en batirse en duelo continuamente con su eterno rival, y un sobrio Keith Carradine, alias D'Hubert, el oficial acosado y acorralado, pesaroso y sorprendido por la asfixiante situación.

Lo que para uno (Ferraud) es una compulsiva obnubilación, para el otro (D'Hubert), significa un temor pavosoroso que, al final, y con el paso de los años, se convertirá en la misma obsesión sintomática que la de su belicoso adversario. Una obsesión a dos bandas que, tanto el uno como el otro, ansían resolver de una vez por todas. EL director les rompe la vida por culpa de esa ciega obstinación y, a pesar de todo, consigue que tengan que recurrir a ella para seguir en pie. Nadie a su alrededor entiende su recelo. Y el honor, esa palabra estúpida, a través de los actos de esos dos hombres desesperados, se convierte en la bandera más ridícula jamás hondeada. Ridícula pero necesaria para los dos.
La rabia como medio indispensable de vida. Y lo hace con garra, demostrando un dominio total con la cámara a la hora de filmar las luchas de ese par de tipos tozudos, amparándose en maravillosas elipsis narrativas que, como la cosa más normal del mundo, nos hacen saltar de año en año sin perder su hilo argumental. Y detrás de todo ello, presidiendo todos los actos, el suspense. No hay que olvidar ese suspense frío y gélido que vierte en el último duelo, haciendo esperar al espectador un tiempo prudencial, pero agobiante, para conocer la resolución real del mismo.
Hay momentos que, a través de la oscura y pálida tonalidad impregnada a su imagen, y recreándose en luces naturales y sombras abrasivas, consigue verdaderas reproducciones animadas de viejos cuadros paisajísticos de la escuela flamenca. Y allí en medio, bien enmarcados para la posteridad, Feraud y D'Hubert dispuestos a saldar una extravagancia con demasiada solera.
El final no desmerece.




Una Española:






Es una película sobre atracos. El director es José María Forqué y el resultado es una de las mejores comedías del cine español. Su guión desmonta el género de atracos, empezando porque son los propios empleados del banco los atracadores. Ellos son personas normales y corrientes, sin malicia diría, simpáticos que solo aceptaran llevar a cabo el atraco cuando saben que la cantidad de dinero que roben será devuelta por la aseguradora del banco a sus clientes y como venganza por el despido/jubilación del director veterano al que aprecian. Es entonces cuando uno de los empleados, Fernando Galindo (colosal José Luis López Vazquez), revela a los demás su plan para atracar el banco.

El mensaje de la película no ha envejecido ni un ápice. Vivimos momentos difíciles. La crisis nos afecta a los de siempre, mientras que los privilegiados siguen viviendo la vida. Esta película es una crítica indirecta, cínica y camuflada a todo eso y todo esto sin perder nunca el sentido del humor.

La película cuenta con un genial reparto, encabezado por José Luis López Vazquez, y seguido de otros genios de la comedia como Gracita Morales, Alfredo Landa, Cassen, o Manuel Alexandre.

La conclusión de la cinta, sencillamente genial y simpática, reiréis sin parar, que falta nos hace, muy recomendable si no conocéis los clásicos españoles.

Este link es de una escena de la película:


Espero que os guste el comentario sobre estas tres películas y podais ver aquellas que no conozcáis.


Un saludo y nos leemos

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