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viernes, 25 de mayo de 2012

PELÍCULAS en INTERIORES




PELÍCULAS EN INTERIORES

La otra noche antes de acostarme y pensando en que podía compartir con vosotros en el blog me vino a la cabeza las buenas películas que se han rodado en interiores de casas y el efecto que se consigue con eso. Entre las que he recordado que más me gustan estarían: La soga, La huella y El guateque. Por si hay alguna que no conocéis os las paso a comentar brevemente:




LA SOGA (Rope, Alfred Hitchcock, 1948)





“La soga” constituye no sólo la primera película en color de Alfred Hitchcock, sino que también es su primera obra rodada en un,  aparente, único plano-secuencia. También supone el bautismo de Hitchcock como productor.
Está  basada en una obra teatral del mismo título, escrita por Patrick Hamilton.
Para que hubiera más realismo el director quiso rodar en tiempo real y por eso rodó varios planos secuencia cada uno de ellos con una duración de un rollo de película. Para disimular los cambios de rollo al finalizarlo hacía pasar a un actor por delante de la cámara y así podía conectar con el siguiente, si ves la película otra vez cuenta el número de fundidos en negro y sabrás los rollos utilizados, como ves es otra manera de ver esta magnífica película.
Pero no solo técnicamente es un portento, el clima desasosegador creado por el director debido al guión y el pequeño espacio en el que se desarrolla todo es otro prodigio. Las interpretaciones son excelentes, se insinúa una relación homosexual entre los dos asesinos y una relación muy morbosa entre uno de ellos y el profesor de ambos.
El espectador se agobia con los protagonistas porque sabe que ha pasado y donde se esconde el cadáver (este es el famoso mcguffin del director).



LA HUELLA (Sleuth, Joseph L. Mankiewitz, 1972)



“La Huella” fue la última película que dirigió Joseph L. Mankiewitz en 1972. Esta fue una adaptación cinematográfica de la exitosa obra de teatro de nombre homónimo. El creador de la obra de teatro Anthony Saffer, fue el encargado del guión para su adaptación. El largometraje obtuvo 4 nominaciones a Los Oscar.

La película cuenta con escasos escenarios lo que hace que la atención se centre en los diálogos e interpretaciones. En cuanto al reparto se contó con la participación de dos grandes actores como son Laurence Oliver y Michael Caine. El primero interpreta a Andrew Wyke, mientras que el segundo se pone en la piel de Milo Tindle.

La obra de teatro original se divide en tres actos claramente diferenciados que se ven reflejados en la película. La película comienza con la invitación de Andrew a Milo a su gran mansión. Andrew Wyke es un rico y famoso escritor de novelas policíacas al que le gusta coleccionar juegos y autómatas extravagantes, pertenece a una clase social alta y está orgulloso de serlo. Debido a esto, desprecia a Milo por sus orígenes italianos y humildes. Milo es un joven y atractivo peluquero que por medio de su trabajo y su “encanto personal”, ha conseguido tener un salón de belleza en uno de los barrios más exclusivos de Londres. Así, el desprecio de Andrew hacia Milo está latente desde el principio en la manera de tratarle y de jugar con él para que se acabe delatando. En pocos instantes descubrimos que la intención de Milo es la de casarse con Marguerite, la mujer de Andrew, y sabemos que la verdadera razón por la cual Wyke se siente molesto es el hecho de su esposa le abandone por un hombre como Milo, alguien muy por debajo de él y no por el propio hecho del abandono. Este aparente desencadenante del juego, pasará a segundo plano a medida que transcurra la película. 
En ese momento empieza el juego que desde el punto de vista psicológico y teatral alcanza grandes cotas. 

El director nos propone un abanico de propuestas con cuestiones que van desde las puramente estilísticas y formales a las sociológicas y generacionales; todas ellas al servicio de un nuevo y definitivo ejercicio de  disección, con mirada cínica, del ser humano y sus dudosas motivaciones(el engaño y el mundo de las apariencias, la ambición, el arribismo, la lucha intergeneracional y la lucha de clases).

La película nos envuelve con una ingeniosa trama magníficamente representada, en la que el juego y el engaño no nos abandonan hasta el final. Jugando al gato y el ratón no solo ambos protagonistas, sino en otro nivel el director y el espectador.




EL GUATEQUE (The Party, Blake Edwards, 1968)

  

Peter Sellers siempre personificará al inspector Clouseau. Pero también hay un hueco en mi memoria por su interpretación de Hrundi V. Bakshi, un gafado actor de reparto hindú, un patoso incalificable, donde recrea a un hombre que, pese a sentirse como un burro en un garaje, desempeñó inimaginables esfuerzos para integrarse a una situación y a un entorno.


        “El guateque” no pretende, en ningún momento, convertirse en paradigma de la comedia inteligente, con diálogos mordaces, espíritu de denuncia y blablablá. Nada de eso. La acertada batuta de Edwards encauza una sucesión de gags que van encadenándose con elegancia y fluidez, sin mayor aspiración que hacernos reír a mandíbula batiente. Y “El guateque” alcanza su propósito.
          Os la recomiendo para una tarde de Domingo y verla con tus hijos, reír en familia es muy sano.

              Un saludo y los leemos

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