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miércoles, 30 de mayo de 2012

LA CAZA (UNA PELÍCULA CLAUSTROFÓBICA)




Un Clásico ESPAÑOL

LA CAZA de Carlos Saura, 1965

La Caza es una película claustrofóbica, a pesar de estar rodada casi solo en exteriores.

                    


De izquierda a derecha: José (Ismael Merlo), Paco (Alfredo Mayo), Luis (José María Prada) y Enrique (Emilio Gutiérrez Caba).


En mi opinión, es una muy buena película, por el retrato sicológico tan cuidado de los personajes en el entorno de un escenario de caza, con montes pelados, y sol abrasador, por el suspense que se mastica desde el primer momento hasta el último y por el final que es casi insuperable.
Además, hay una descripción acertadísima de la España rural- el empleado ovejero, su sobrina, la abuela enferma en la cama contemplando a los hurones, los del pueblo degollando un animal que se contraponen con la España ye-ye, representada por Gutiérrez Caba con su radio y las canciones que ponen de los años 60 y también por la sobrina del ovejero cuando se pone a bailar con Enrique (G Caba).
Igualmente me parece innovadora la utilización de la voz en of para que el espectador se entere de los sentimientos y pensamientos de los 4 hombres.
En la caza, cuatro personajes (Paco, Luis, José y Enrique, éste, yerno del primero) bajo un sol abrasador entregados a la caza del conejo —título preliminar de la película que la censura recortó a su título definitivo— que acabará deviniendo en "la caza del hombre", la mejor caza, en palabras de Luis (José María Prada), el cazador hedonista, entregado a la bebida y a la literatura de ciencia-ficción como medio de supervivencia. La reunión de estos tres amigos de juventud (el cuarto, sin estar presente físicamente —suicidio de por medio—, lo está a un nivel psicológico, como una verdadera carga sobre unos personajes que no son ni meros reflejos de lo que fueron en el pasado), a los que se les une el joven Enrique (Emilio Gutiérrez Caba), por momentos, el testimonio del espectador dentro del film, mientas va retratando con su cámara fragmentos de la evolución del catártico día de caza, en realidad, una mera excusa de José (Ismael Merlo), el cazador mentiroso, canalla y más perturbado del grupo, para pedir un préstamo a Paco (Alfredo Mayo), el cazador soberbio, autoritario y despiadado, que tanto desprecia al tullido campesino que cuida las tierras de José, como a su propio amigo cuando se rebaja a pedirle dinero.
Hay en La caza mucho de Chabrol y Godard, en especial en el ritmo narrativo y los trucajes fílmicos empleados: movimientos bruscos de cámara, diálogos en primer plano como monólogos (extrayendo dobles y terribles significados a cada comentario), exteriorización del pensamiento de los personajes y sobre todo, un retrato de lo que existe entre los personajes, más que los personajes mismos.
Con unos reflejos claros a la guerra civil —el propio campo de caza, había sido antes campo de batalla—, la película triunfa no sólo en lo metafórico, también en lo realista. La evolución de los personajes hacia su particular sangrienta redención, está trazado en un crescendo fantástico. Entomológico en su descripción de preparación de la cacería, acaba deviniendo en un magnífico retrato de la miseria humana, usando la doble vía narrativa (la realista y la alegórica) para trazar la violenta relación entre los personajes, primero de una manera introspectiva, para posteriormente convertirse en un espectáculo de carne, sangre y fuego. Desde ya el principio se descubre una reticencia mutua entre los tres amigos, que acabará descubriéndose como un desprecio absoluto, en sus caras, ellos se ven a sí mismos, y el contraste entre el pasado y el presente es demasiado descarnado como para que pueda existir ningún tipo de futuro. La caza, así, es un catálogo de las diversas formas que adopta la miseria humana: envidia, rencor, celos, desprecio, soberbia, crueldad, gula, lascivia... pocos pecados se les escapan a los protagonistas.
El film de Saura es demoledor en su retrato del ser humano, por encima de cualquier tipo de localismo, condición social y/o etapa histórica. Cuando uno ve La caza está asistiendo a una crónica de la destrucción humana, no estando así lejos de Bergman o el propio Buñuel, un pesimismo existencial que hoy se puede ver reflejado en el cine de autores como Lars Von Trier o Michael Haneke.
Curiosamente, la cinta de Saura conserva –pese a lo que pueda haber cambiado la sociedad española en estos cuarenta años– una rara fuerza, un poder de atracción que va más allá de la lectura política que podía hacerse de ella en su momento.
El aparato formal de La caza como el empleo de la música, el montaje y la fotografía es  innovador y sorprendente. 


En este link se encuentra la película completa, por si la queréis ver.







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