Un Clásico ESPAÑOL
LA
CAZA de Carlos Saura,
1965
La Caza es una película claustrofóbica, a pesar de estar rodada casi solo en exteriores.
De izquierda a derecha: José (Ismael
Merlo), Paco (Alfredo Mayo), Luis (José María Prada) y Enrique (Emilio
Gutiérrez Caba).
En mi opinión, es una muy buena
película, por el retrato sicológico tan cuidado de los personajes en el entorno
de un escenario de caza, con montes pelados, y sol abrasador, por el suspense
que se mastica desde el primer momento hasta el último y por el final que es
casi insuperable.
Además, hay una descripción
acertadísima de la España rural- el empleado ovejero, su sobrina, la abuela
enferma en la cama contemplando a los hurones, los del pueblo degollando un
animal que se contraponen con la España ye-ye, representada por Gutiérrez Caba
con su radio y las canciones que ponen de los años 60 y también por la sobrina
del ovejero cuando se pone a bailar con Enrique (G Caba).
Igualmente me parece innovadora la
utilización de la voz en of para que el espectador se entere de los sentimientos
y pensamientos de los 4 hombres.
En la caza, cuatro personajes (Paco,
Luis, José y Enrique, éste, yerno del primero) bajo un sol abrasador entregados
a la caza del conejo —título preliminar de la película que la censura recortó a
su título definitivo— que acabará deviniendo en "la caza del hombre",
la mejor caza, en palabras de Luis (José María Prada), el cazador hedonista,
entregado a la bebida y a la literatura de ciencia-ficción como medio de
supervivencia. La reunión de estos tres amigos de juventud (el cuarto, sin
estar presente físicamente —suicidio de por medio—, lo está a un nivel
psicológico, como una verdadera carga sobre unos personajes que no son ni meros
reflejos de lo que fueron en el pasado), a los que se les une el joven Enrique
(Emilio Gutiérrez Caba), por momentos, el testimonio del espectador dentro del
film, mientas va retratando con su cámara fragmentos de la evolución del
catártico día de caza, en realidad, una mera excusa de José (Ismael Merlo), el
cazador mentiroso, canalla y más perturbado del grupo, para pedir un préstamo a
Paco (Alfredo Mayo), el cazador soberbio, autoritario y despiadado, que tanto
desprecia al tullido campesino que cuida las tierras de José, como a su propio
amigo cuando se rebaja a pedirle dinero.
Hay en La caza mucho de Chabrol y
Godard, en especial en el ritmo narrativo y los trucajes fílmicos empleados:
movimientos bruscos de cámara, diálogos en primer plano como monólogos
(extrayendo dobles y terribles significados a cada comentario), exteriorización
del pensamiento de los personajes y sobre todo, un retrato de lo que existe
entre los personajes, más que los personajes mismos.
Con unos reflejos claros a la guerra
civil —el propio campo de caza, había sido antes campo de batalla—, la película
triunfa no sólo en lo metafórico, también en lo realista. La evolución de los
personajes hacia su particular sangrienta redención, está trazado en un
crescendo fantástico. Entomológico en su descripción de preparación de la
cacería, acaba deviniendo en un magnífico retrato de la miseria humana, usando
la doble vía narrativa (la realista y la alegórica) para trazar la violenta relación
entre los personajes, primero de una manera introspectiva, para posteriormente
convertirse en un espectáculo de carne, sangre y fuego. Desde ya el principio
se descubre una reticencia mutua entre los tres amigos, que acabará
descubriéndose como un desprecio absoluto, en sus caras, ellos se ven a sí
mismos, y el contraste entre el pasado y el presente es demasiado descarnado
como para que pueda existir ningún tipo de futuro. La caza, así, es un catálogo
de las diversas formas que adopta la miseria humana: envidia, rencor, celos,
desprecio, soberbia, crueldad, gula, lascivia... pocos pecados se les escapan a
los protagonistas.
El film de Saura es demoledor en su
retrato del ser humano, por encima de cualquier tipo de localismo, condición
social y/o etapa histórica. Cuando uno ve La caza está asistiendo a una crónica
de la destrucción humana, no estando así lejos de Bergman o el propio Buñuel,
un pesimismo existencial que hoy se puede ver reflejado en el cine de autores
como Lars Von Trier o Michael Haneke.
Curiosamente, la cinta de Saura
conserva –pese a lo que pueda haber cambiado la sociedad española en estos
cuarenta años– una rara fuerza, un poder de atracción que va más allá de la
lectura política que podía hacerse de ella en su momento.
El aparato formal de La caza como el
empleo de la música, el montaje y la fotografía es innovador y sorprendente.
En este link se encuentra la película
completa, por si la queréis ver.
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