Se
celebró ayer, 4 de Julio, el aniversario de la declaración de Independencia de
los Estados Unidos de América. Día grande para ese país y también para la historia
de la democracia en el mundo.
¿Por
qué es tan importante esta declaración?
En
primer lugar porque se reconocen el derecho a la Vida, a la Libertad y a la
Felicidad: es el primer documento histórico en el que se reconocen los derechos
humanos más fundamentales.
Segundo,
es el modelo en el que se han fijado el mayor número de constituciones de países
democráticos. Empezando por la francesa, con su declaración de los derechos del
hombre.
Refleja
fielmente la filosofía de la Ilustración, incluyendo conceptos como “la ley
natural” y “el derecho de libre determinación”. Las ideas y frases están
extraídas en buena medida de las obras de John Locke.
Por
todo esto creo que es un día para celebrar todos, aunque algunas veces los
gobiernos estadounidenses no sean muy propensos a cumplir lo que declararon en
ese día.
Os dejo aquí el original de la declaración, y después una traducción.
Traducción
del original, a la lengua de Cervantes:
En
CONGRESO, 4 de julio de 1776.
La
Declaración unánime de los trece Estados Unidos de América,
Cuando
en el curso de los acontecimientos humanos se hace necesario para un pueblo
disolver los vínculos políticos que lo han ligado a otro, y tomar entre las
naciones de la Tierra el puesto separado e igual al que las leyes de la
naturaleza y del Dios de esa naturaleza le dan derecho, un justo respeto al
juicio de la humanidad exige que declare las causas que lo impulsan a la
separación.
Sostenemos
como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados
iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que
entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para
garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que
derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando
quiera que una forma de gobierno se vuelva destructora de estos principios,el
pueblo tiene derecho a reformarla o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que
base sus cimientos en dichos principios, y que organice sus poderes en forma
tal que a ellos les parezca más probable que genere su seguridad y felicidad.
La prudencia, claro está, aconsejará que los gobiernos establecidos hace mucho
tiempo no se cambien por motivos leves y transitorios; y, de acuerdo con esto,
toda la experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a sufrir,
mientras los males sean tolerables, que a hacerse justicia mediante la
abolición de las formas a las que está acostumbrada. Pero cuando una larga
serie de abusos y usurpaciones, que persigue invariablemente el mismo objetivo,
evidencia el designio de someterlos bajo un despotismo absoluto, es el derecho
de ellos, es el deber de ellos, derrocar ese gobierno y proveer nuevas salvaguardas
para su futura seguridad.
Tal
ha sido el paciente sufrimiento de estas colonias; y tal es ahora la necesidad
que las compele a alterar su antiguo sistema. La historia del presente rey de la
Gran Bretaña es una historia de repetidas injurias y usurpaciones, cuyo objeto
principal es y ha sido el establecimiento de una absoluta tiranía sobre estos
estados. Para probar esto, sometemos los hechos al juicio de un mundo
imparcial.
Ha
rehusado asentir a las leyes más convenientes y necesarias al bien público de
estas colonias, prohibiendo a sus gobernadores sancionar aun aquellas que eran
de inmediata y urgente necesidad a menos que se suspendiese su ejecución hasta
obtener su consentimiento, y estando así suspensas las ha desatendido
enteramente.
Ha
reprobado las providencias dictadas para la repartición de distritos de los
pueblos, exigiendo violentamente que estos renunciasen el derecho de
representación en sus legislaturas, derecho inestimable para ellos, y
formidable sólo para los tiranos. Ha convocado cuerpos legislativos fuera de
los lugares acostumbrados, y en sitos distantes del depósito de sus registros
públicos con el único fin de molestarlos hasta obligarlos a convenir con sus
medidas, y cuando estas violencias no han tenido el efecto que se esperaba, se
han disuelto las salas de representantes por oponerse firme y valerosamente a
las invocaciones proyectadas contra los derechos del pueblo, rehusando por
largo tiempo después de desolación semejante a que se eligiesen otros, por lo
que los poderes legislativos, incapaces de aniquilación, han recaído sobre el
pueblo para su ejercicio, quedando el estado, entre tanto, expuesto a todo el
peligro de una invasión exterior y de convulsiones internas.
Se
ha esforzado en estorbar los progresos de la población en estos estados,
obstruyendo a este fin las leyes para la naturalización de los extranjeros,
rehusando sancionar otras para promover su establecimiento en ellos, y
prohibiéndoles adquirir nuevas propiedades en estos países.
En
el orden judicial, ha obstruido la administración de justicia, oponiéndose a
las leyes necesarias para consolidar la autoridad de los tribunales, creando
jueces que dependen solamente de su voluntad, por recibir de él el nombramiento
de sus empleos y pagamento de sus sueldos, y mandando un enjambre de oficiales
para oprimir a nuestro pueblo y empobrecerlo con sus estafas y rapiñas.
Ha
atentado a la libertad civil de los ciudadanos, manteniendo en tiempo de paz
entre nosotros tropas armadas, sin el consentimiento de nuestra legislatura:
procurando hacer al militar independiente y superior al poder civil: combinando
con nuestros vecinos, con plan despótico para sujetarnos a una jurisdicción
extraña a nuestras leyes y no reconocida por nuestra constitución: destruyendo
nuestro tráfico en todas las partes del mundo y poniendo contribuciones sin
nuestro consentimiento: privándonos en muchos casos de las defensas que
proporciona el juicio por jurados: transportándonos mas allá de los mares para
ser juzgados por delitos supuestos: aboliendo el libre sistema de la ley
inglesa en una provincia confinante: alterando fundamentalmente las formas de
nuestros gobiernos y nuestras propias legislaturas y declarándose el mismo
investido con el poder de dictar leyes para nosotros en todos los casos,
cualesquiera que fuesen.
Ha
abdicado el derecho que tenía para gobernarnos, declarándonos la guerra y
poniéndonos fuera de su protección: haciendo el pillaje en nuestros mares;
asolando nuestras costas; quitando la vida a nuestros conciudadanos y
poniéndonos a merced de numerosos ejércitos extranjeros para completar la obra
de muerte, desolación y tiranía comenzada y continuada con circunstancias de
crueldad y perfidia totalmente indignas del jefe de una nación civilizada.
Ha
compelido a nuestros conciudadanos hechos prisioneros en alta mar a llevar
armas contra su patria, constituyéndose en verdugos de sus hermanos y amigos:
excitando insurrecciones domésticas y procurando igualmente irritar contra nosotros
a los habitantes de las fronteras, los indios bárbaros y feroces cuyo método
conocido de hacer la guerra es la destrucción de todas las edades, sexos y
condiciones.
A
cada grado de estas opresiones hemos suplicado por la reforma en los términos
más humildes; nuestras súplicas han sido contestadas con repetidas injurias. Un
príncipe cuyo carácter está marcado por todos los actos que definen a un
tirano, no es apto para ser el gobernador de un pueblo libre.
Tampoco
hemos faltado a la consideración debida hacia nuestros hermanos los habitantes
de la Gran Bretaña; les hemos advertido de tiempo en tiempo del atentado
cometido por su legislatura en extender una ilegítima jurisdicción sobre las
nuestras. Les hemos recordado las circunstancias de nuestra emigración y
establecimiento en estos países; hemos apelado a su natural justicia y
magnanimidad, conjurándolos por los vínculos de nuestro origen común a
renunciar a esas usurpaciones que inevitablemente acabarían por interrumpir
nuestra correspondencia y conexiones. También se han mostrado sordos a la voz
de la justicia y consanguinidad. Debemos, por tanto, someternos a la necesidad
que anuncia nuestra separación, y tratarlos como al resto del género humano:
enemigos en la guerra y amigos en la paz.
Por
tanto, nosotros, los Representantes de los Estados Unidos, reunidos en Congreso
General, apelando al Juez supremo del Universo, por la rectitud de nuestras
intenciones, y en el nombre y con la autoridad del pueblo de estas colonias,
publicamos y declaramos lo presente: que estas colonias son, y por derecho
deben ser, estados libres e independientes; que están absueltas de toda
obligación de fidelidad a la corona británica: que toda conexión política entre
ellas y el estado de la Gran Bretaña, es y debe ser totalmente disuelta, y que
como estados libres e independientes, tienen pleno poder para hacer la guerra,
concluir la paz, contraer alianzas, establecer comercio y hacer todos los otros
actos que los estados independientes pueden por derecho efectuar. Así que, para
sostener esta declaración con una firme confianza en la protección divina,
nosotros empeñamos mutuamente nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestro
sagrado honor.
Firma
de los representantes de todas las ex-colonias
Un saludo y nos leemos