Ayer 1 de Julio se cumplió el 25 aniversario de la liberación del funcionario de prisiones Ortega Lara que había estado secuestrado en un zulo munúsculo durante 532 días por la organización terrorista eta.
Coordinada por el entonces juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, la operación Delfín-Pulpo se puso en marcha con 500 guardias civiles ante la dificultad para encontrar el escondite, oculto debajo de una máquina pesada. Mientras, Bolinaga, uno de los secuestradores, negaba que el rehén se encontrara en la nave.
"Tuve la suerte de encontrar el acceso" al zulo, rememora el agente Miguel que intervino en la liberación.
A este guardia civil, que como sus compañeros trabajó toda la noche para liberar al funcionario de la cárcel de Logroño, le llamó la atención que el pie de apoyo de un torno hidráulico estuviera fijado al suelo, cuando debería ser móvil.
Miguel había trabajado en un taller y se extrañó que ese torno no se pudiera mover. Por eso, ante la sospecha de que ocultara un zulo, comenzó a quitar los tornillos junto a otros compañeros y levantó el torno del suelo.
Un "tapón" pesado (unos mil kilos) -los terroristas lo movían con un mecanismo eléctrico- que precisó de muchas manos y que logró dejar a la vista el pequeño agujero por el que un agente tuvo que entrar boca abajo. Allí descubrió a Ortega Lara, quien convencido de que el guardia civil era un terrorista, solo acertó a decir: "Matadme de una puta vez".
En un estado lamentable, con 23 kilos menos y evidentes signos de haber sufrido en esos más de diecisiete meses fiebres, diarreas y hongos, Ortega Lara salió a la superficie. Miguel recuerda "su cara de agotamiento", pero también la alegría que sintió porque finalmente todo salió bien a pesar del empeño del etarra Bolinaga para que no se descubriera el zulo y el secuestrado muriera por inanición.
Este es el rostro del torturador de Ortega Lara, tras una huelga de hambre pidiendo salir de la cárcel
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