La Feria del libro de Madrid
Llevo en Madrid desde finales del año 1988, llegue a la capital para
estudiar una carrera universitaria sabiendo, como así ha sido, que me quedaría
aquí para siempre. En Madrid encontré todo lo que me interesaba, los estudios,
los amigos, una actividad cultural muy abundante, la pareja.
Hay cinco cosas que repito todos los años desde que llegue a Madrid, y
lo hago porque para mí es esencial poder disfrutar de esos momentos de reposo y
tranquilidad en medio de la vorágine que esta ciudad te imprime. Entre las
actividades que nunca me he perdido desde que llevo aquí se encuentran las dos
ferias del libro antiguo y de ocasión (Primavera y Otoño), la Feria del Libro,
las visitas a las casetas de la cuesta de Moyano y las visitas al museo del
Prado.
En las tres primeras busco siempre ese libro que conozco y no tengo (que
son un montón, y sigue creciendo) o que no conozco pero parecen interesantes
(cuyo número no para de crecer). El caso es que entre unos y otros, durante los
días que duran estas fiestas del libro y tocando y hojeando los volúmenes, muchas
veces consigo olvidar el ajetreo de la vida diaria.
Cuando voy a la cuesta de Moyano o a las ferias del libro de ocasión,
ahora menos que antes, me gusta sobretodo escudriñar la historia que esos
libros viejos y olvidados nos cuentan, a veces, y si les sabemos preguntar.
Hojeando algunos, observando sus cubiertas ajadas y rotas encontramos
casualmente una postal olvidada, donde el remitente cuenta como le han ido las
vacaciones al propietario del libro. Otras veces en las primeras hojas se
pueden leer, todavía a pesar del tiempo transcurrido, dedicatorias escritas con
una preciosa letra, donde se muestra el cariño con el que ese libro es regalado.
Menos son las veces en que el libro te muestra, con subrayados o notas al
margen escritas, como ha sido leído con atención, casi con cariño. Y son esas
oportunidades cuando parándome un momento sobre el libro puedo llegar a
escuchar su lamento, su queja y extrañeza ante el abandono por parte de su
propietario antes tan solícito con él. En esos casos y aunque el contenido no me interese suelo comprarlo,
porque así mi conciencia se queda más tranquila al reparar, en parte, el daño
por el libro sufrido.
Así en mis sucesivas casas se han ido acumulando tomos y tomos que,
seguramente, nunca serán leídos, pero que al menos tendrán un rincón en un
estante, o una caja, donde reposar para siempre su desventurada historia.
Se me ha pasado el tiempo y no he hablado de la feria del libro ni de
mis visitas al Prado, lo dejo para otro día.
Solo recordaros que la Feria del libro termina el domingo 10 de Junio, si estáis cerca de
Madrid pasaros a visitarla, si puede ser con los niños, merece la pena.
Un saludo y nos leemos
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